lunes, 28 de julio de 2008

SITUACIÓN

Muchas horas de ir y venir, de andarse, como quien dice, en la virulencia propia. Si tienes algo que decir (me digo), decilo y ya, porque tienes dedos esclavos y tienes sueños esclavos aunque no sepas de qué o de quiénes. Me propongo un poema y creo estar de acuerdo; debe ser un día milagroso, el afortunado día de las convergencias, aquí de este lado y del otro de los cedros de papel con brillantina y aires repletos de víceras de niebla.

El día del acuerdo les deja versos sin rima, se cuelgan, como decía Julio, como pájaros en la hoja blanca. Son muchas las tentaciones y son todas secretas (está bien que así sea) y son todas el mismo misterio, quizá ahora domesticado o embutido en formas bellas; lo bueno del verso es que se puede morir, se puede dejar tocar por cuervos que son llamas que son aliento de tinta negra derramándose de la mueca añeja de los días.


Esta es la brújula que no hace silencio. Un templo: las deudas, un agasajo de ardores: los castigos. El orgullo de los propios, los que te enmudecen de impaciencia o se brotan de flancos catódicos. Un recreo de polvo en la interminable hora de la matemática (2+2=4, 2+2=4).


Y el teatro? y los actores? y las anécdotas tras bambalinas?

no se separen nunca de los silencios ajenos,

no olviden adónde duerme el aroma antiguo del invierno.


Porque seguro hay una sombra para cada primavera.

viernes, 25 de julio de 2008

LOS ARTIFICIOS DE LA PARCA

La muerte agita, no es nada nuevo. Me lo repito como si lo quisiera memorizar. De qué hablo? (me pregunta yo antes de que yo mismo me enoje por entenderme poco) Hablo del real, un agujero en la mirada: eso del cuerpo completo como ilusión. Si, si; repetilo para que se entienda: no puedo dejar de someterme al silencio y es que todo símbolo tiene esa tarea innoble de diezmar las aguas entre las que navega uno y sus angustias. Y sino, díganse a ustedes mismos el nombre de su propia muerte, y verán con cuánta banalidad tratarán de aquí en más cada asunto que no la involucre. Estar alertados es haberse enajenado del misterio más primitivo (más antiguo incluso que el misterio del dolor o el misterio de la divinidad, interrogante spin off de los dos anteriores).

En el libro de Job, Dios somete al inocente a un número de torturas (físicas y morales) para demostrarle a un ángel rebelde (sip, los cuernos y el tridente) que la servidumbre de sus criaturas no está sujeta a la buena o mala fortuna que éstas pudieran tener. Al fin y al cabo, qué sentido tiene el amor a dios de aquel que todo lo goza por Su mano? Ninguno, propondría Mr. Satanás (que es fan de Tarantino, by the way) y quizás todo el nuevo testamento es una tesis sobre el triunfo de lo divino sobre el placer y la felicidad. El hijo debía tener la desdicha más completa para que su amor por el hombre y por el padre fuera la expresión más perfecta de todo lo creado.

Eso, y un futuro promisorio como héroe mundial, acérrimo antagonista de las obras de Saramago, Kazantzakis y Dan Brown (todos y cada uno de ellos le hicieron gancho con esa hipotética beldad que es la Magdalena), insignia barbada de las paradojas más ridículas y, por eso mismo, mejor pasadas por alto. Porque ya lo dijo Sábato, que el hombre predique sobre la humildad y ande diciendo que es hijo de dios es todo un hallazgo. La locura no tiene lugar en la historia, edén que solo acepta a la villanía y a la pureza más estoica como únicas monedas de su capital.

Pero entonces, qué con la muerte y su gobierno indiscutido sobre la carne?

Acaso hay algo del obrar que no esté atravesado por este hecho tan familiar y a la vez tan otro entre todo lo propio?

La muerte y los impuestos.

La poesía de Pizarnik ofrece algo todavía más cercano a la carne detrás del misterio cuando dice:

"Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos"

En semejante terrible apogeo, la Viajera somete lo único que limita a todo concepto (científico, mitológico..) y lo somete con el espanto de saberse sierva de aquellos artificios tan poco solemnes que se desenvuelven fuera del texto de toda obra creativa. Ella la humana en lo más ignominioso de lo humano. Esa su entrega, su prédica, su anuncio de encuentro con el cuerpo encendido de flamas negras que debió ser la muerte. No hay ascenso por el gólgota, ni milagrosos personajes secundarios.

Lo desnudo toca a lo desnudo y ya no hay parodias posibles. Job tuvo el privilegio de lo divino en la trastienda de sus miserias; Cristo, la eternidad como regalo. Alejandra escribió en la poesía los nombres desconocidos de esa patria obligatoria.

viernes, 4 de julio de 2008

PARLOTEO SOBRE CORTÁZAR Y LOS GUIJARROS

La Palabra ha decidido que lo más prudente es realizar entradas cada lunes y cada viernes, como rodeando ese mojón que nos retrasa y acelera tantas decisiones...


Estos días han sido como tantos otros, de exámenes finales al acecho, y también de finales de finales, porque uno de los Bordes en los que me encuentro es, precisamente, el Borde de la vida académica, con todo lo que de brindis y angustia implica. Circulando alrededor de la euforia y la nostalgia han aparecido un par de ficciones que todavía no se han congregado, ni como cuento ni como guión.

Pienso en Cortázar, eso de que los cuentos ya están escritos en el pensamiento y solo resta la tarea de traducirlos al lector, esa suplencia del gran Otro (porque no creo que se hayan escrito para el otro especular de la "o" minúscula: el rival, el espejismo del que consumimos imagen).


Cosa curiosa (o quizá no tanto, quizá es la cosa más exacta y necesaria que tenía que pasar), la vuelta a la prosa de Cortázar tuvo mucho que ver con algo que redescubrí en una de sus cartas, escrita por el año 1951) y que se parece mucho a lo que me está pasando ultimamente:


"No quiero escribir, no quiero estudiar (aunque lo siga haciendo); quiero simplemente ser de verdad; aunque ello me lleve a descubrir que no soy nada".


Quizás esto de andar por los finales de etapa es tan fuerte justamente porque nos enfrenta a la deconstrucción de una de las formas del Yo, algo de ese ser que lleva mi nombre agoniza entre los apuntes de Integración Diagnóstica y Clínica 2, y se retuerce gimoteando, quejándose de sus reumas y enfermedades del tiempo.


Entonces, qué hay del otro lado? Lacan decía que la vida del neurótico consiste en juntar guijarros (leáse, cosas sin importancia), preservarlos y atesorarlos como lo más valioso de nuestra existencia... y una vez que estos guijarros se pierden, tener la pasta para sufrir un tiempo y luego juntar otros nuevos a los que atesoraremos de igual modo. Así que, mientras cuento los últimos guijarros de este balde, encuentro el fondo de la cita de Cortázar, que me devuelve (como por lo general sucede con sus cuentos) una imagen menos imagen, una abstracción, un principio de metáfora. Porque en el límite de uno, de todo autodescubrimiento, yace justamente esa nada que nos precipitó a devorarla con significados; y es cuestión de envolverla de nuevo, disfrazarla y acomodarla en el bello entramado de la ficción humana. Aquí me encuentro, entonces, vislumbrando la nada que fui para resolverla a modo de metáfora.


Estoy naciendo.


Los aburrí?


Por el momento, dejo el parloteo y los despido. Y recuerden: si tienen que dejar ir a sus guijarros, no se vayan con ellos; el agujero que los chupa no tiene fondo y el estómago que los recibe no conoce la saciedad. Además... son solo guijarros...



Hasta pronto...