viernes, 25 de julio de 2008

LOS ARTIFICIOS DE LA PARCA

La muerte agita, no es nada nuevo. Me lo repito como si lo quisiera memorizar. De qué hablo? (me pregunta yo antes de que yo mismo me enoje por entenderme poco) Hablo del real, un agujero en la mirada: eso del cuerpo completo como ilusión. Si, si; repetilo para que se entienda: no puedo dejar de someterme al silencio y es que todo símbolo tiene esa tarea innoble de diezmar las aguas entre las que navega uno y sus angustias. Y sino, díganse a ustedes mismos el nombre de su propia muerte, y verán con cuánta banalidad tratarán de aquí en más cada asunto que no la involucre. Estar alertados es haberse enajenado del misterio más primitivo (más antiguo incluso que el misterio del dolor o el misterio de la divinidad, interrogante spin off de los dos anteriores).

En el libro de Job, Dios somete al inocente a un número de torturas (físicas y morales) para demostrarle a un ángel rebelde (sip, los cuernos y el tridente) que la servidumbre de sus criaturas no está sujeta a la buena o mala fortuna que éstas pudieran tener. Al fin y al cabo, qué sentido tiene el amor a dios de aquel que todo lo goza por Su mano? Ninguno, propondría Mr. Satanás (que es fan de Tarantino, by the way) y quizás todo el nuevo testamento es una tesis sobre el triunfo de lo divino sobre el placer y la felicidad. El hijo debía tener la desdicha más completa para que su amor por el hombre y por el padre fuera la expresión más perfecta de todo lo creado.

Eso, y un futuro promisorio como héroe mundial, acérrimo antagonista de las obras de Saramago, Kazantzakis y Dan Brown (todos y cada uno de ellos le hicieron gancho con esa hipotética beldad que es la Magdalena), insignia barbada de las paradojas más ridículas y, por eso mismo, mejor pasadas por alto. Porque ya lo dijo Sábato, que el hombre predique sobre la humildad y ande diciendo que es hijo de dios es todo un hallazgo. La locura no tiene lugar en la historia, edén que solo acepta a la villanía y a la pureza más estoica como únicas monedas de su capital.

Pero entonces, qué con la muerte y su gobierno indiscutido sobre la carne?

Acaso hay algo del obrar que no esté atravesado por este hecho tan familiar y a la vez tan otro entre todo lo propio?

La muerte y los impuestos.

La poesía de Pizarnik ofrece algo todavía más cercano a la carne detrás del misterio cuando dice:

"Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos"

En semejante terrible apogeo, la Viajera somete lo único que limita a todo concepto (científico, mitológico..) y lo somete con el espanto de saberse sierva de aquellos artificios tan poco solemnes que se desenvuelven fuera del texto de toda obra creativa. Ella la humana en lo más ignominioso de lo humano. Esa su entrega, su prédica, su anuncio de encuentro con el cuerpo encendido de flamas negras que debió ser la muerte. No hay ascenso por el gólgota, ni milagrosos personajes secundarios.

Lo desnudo toca a lo desnudo y ya no hay parodias posibles. Job tuvo el privilegio de lo divino en la trastienda de sus miserias; Cristo, la eternidad como regalo. Alejandra escribió en la poesía los nombres desconocidos de esa patria obligatoria.

1 comentario:

Ale dijo...

Asi se hace hermano! otro grano de arena en este desierto de la nada que es el tema de la muerte, lo cual lo hace mas apasionante y, obviamente, le da sentido a nuestras vidas. "Los Dioses nos envidian porque somos mortales", decia Aquiles (no Brad Pitt de Troya). Copate y escribi mas seguido