
En el libro de Job, Dios somete al inocente a un número de torturas (físicas y morales) para demostrarle a un ángel rebelde (sip, los cuernos y el tridente) que la servidumbre de sus criaturas no está sujeta a la buena o mala fortuna que éstas pudieran tener. Al fin y al cabo, qué sentido tiene el amor a dios de aquel que todo lo goza por Su mano? Ninguno, propondría Mr. Satanás (que es fan de Tarantino, by the way) y quizás todo el nuevo testamento es una tesis sobre el triunfo de lo divino sobre el placer y la felicidad. El hijo debía tener la desdicha más completa para que su amor por el hombre y por el padre fuera la expresión más perfecta de todo lo creado.
Eso, y un futuro promisorio como héroe mundial, acérrimo antagonista de las obras de Saramago, Kazantzakis y Dan Brown (todos y cada uno de ellos le hicieron gancho con esa hipotética beldad que es la Magdalena), insignia barbada de las paradojas más ridículas y, por eso mismo, mejor pasadas por alto. Porque ya lo dijo Sábato, que el hombre predique sobre la humildad y ande diciendo que es hijo de dios es todo un hallazgo. La locura no tiene lugar en la historia, edén que solo acepta a la villanía y a la pureza más estoica como únicas monedas de su capital.
Pero entonces, qué con la muerte y su gobierno indiscutido sobre la carne?
Acaso hay algo del obrar que no esté atravesado por este hecho tan familiar y a la vez tan otro entre todo lo propio?
La muerte y los impuestos.
La poesía de Pizarnik ofrece algo todavía más cercano a la carne detrás del misterio cuando dice:
"Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos"
En semejante terrible apogeo, la Viajera somete lo único que limita a todo concepto (científico, mitológico..) y lo somete con el espanto de saberse sierva de aquellos artificios tan poco solemnes que se desenvuelven fuera del texto de toda obra creativa. Ella la humana en lo más ignominioso de lo humano. Esa su entrega, su prédica, su anuncio de encuentro con el cuerpo encendido de flamas negras que debió ser la muerte. No hay ascenso por el gólgota, ni milagrosos personajes secundarios.
Lo desnudo toca a lo desnudo y ya no hay parodias posibles. Job tuvo el privilegio de lo divino en la trastienda de sus miserias; Cristo, la eternidad como regalo. Alejandra escribió en la poesía los nombres desconocidos de esa patria obligatoria.
1 comentario:
Asi se hace hermano! otro grano de arena en este desierto de la nada que es el tema de la muerte, lo cual lo hace mas apasionante y, obviamente, le da sentido a nuestras vidas. "Los Dioses nos envidian porque somos mortales", decia Aquiles (no Brad Pitt de Troya). Copate y escribi mas seguido
Publicar un comentario